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EL SUPERMERCADO / Julien Cuisset

EL SUPERMERCADO / Julien Cuisset
“El arte debe ser un comentario, de otra manera es propaganda.”
Harald Szeemann
En su libro “El supermercado de lo visible”, el filósofo y musicólogo Peter Szendy ausculta aquello que, ya en 1929, Walter Benjamin describía como un espacio cargado 100% de imágenes. O dicho de otra forma, esa visibilidad saturada que hoy nos llega desde todas partes, que nos rodea y nos atraviesa, y que pesquisa incluso nuestros menores espasmos oculares. El número de imágenes está creciendo de manera tan exponencial –hoy en día, más de tres mil millones de imágenes compartidas cada día en las redes sociales– que el espacio de visibilidad parece estar literalmente sumergido. La imagen se nos aparece cada vez más como un cuadro congelado, es decir, como una cristalización momentánea, como el equilibrio provisionalmente estabilizado de las velocidades que la constituyen.
El neologismo “iconomía” captura el intento de Szendy de teorizar la forma en que, según él, nuestra percepción de las imágenes está moldeada por el sistema económico contemporáneo: considera que la economía de la imagen no puede reducirse al sistema de financiación de la producción de imágenes, ni siquiera a la economía más amplia de la que forma parte su difusión: la presentación de un sistema de “intercambiabilidad general”, donde cada imagen es una imagen-deuda o una imagen-crédito, y donde la mirada está mediada por las modalidades mecánicas y corporales de la circulación.
Georges Didi-Huberman afirma en su libro “Cuando las imágenes tocan lo real” que “la imagen es otra cosa que un simple corte practicado en el mundo de los aspectos visibles. Es una huella, un rastro, una traza visual del tiempo que quiso tocar (…). Es ceniza mezclada de varios braseros, más o menos caliente. En esto, pues, la imagen arde. Arde por el deseo que la anima, por la intencionalidad que la estructura, por la enunciación, incluso la urgencia que manifiesta. (…) La imagen arde por la memoria, es decir que todavía arde, cuando ya no es más que ceniza: una forma de decir su esencial vocación por la supervivencia, a pesar de todo.”